Seleccionar página

Hoy te comparto la forma que he encontrado para frenar al ego. No es cualquier cosa, es lo que me da la capacidad de trascender mis miedos. En esta época de cambio, en la que me atrevo a mirar lo que me aterra y me bloquea, en este momento en el que he decidido ser honesta conmigo misma (y no justificarme con argumentos elaborados o  ridículos), en este momento en el que decido expresarme plenamente, desprendiéndome de creencias para caminar más ligera llegando a mi esencia… hoy más que nunca, necesito de “trucos” para frenar al ego y que colabore en mi misma dirección.

Lo primero es identificar mis miedos. Cuando veo que algo me paraliza o donde no puedo avanzar, me paro a ver qué es lo que me da miedo verdaderamente y cuál es la peor situación que podría darse al respecto.

Te pongo un ejemplo: por las mañanas solía ir con miedo al trabajo, no porque me estuviera yendo mal, sino por inseguridad, por querer controlar las situaciones, sumado a unas cuantas creencias como “no ser suficiente”, o “lo que es ser ejemplar y trabajador”, bla, bla bla. Eso me restaba paz en mi vida y me causaba una constante y sorda angustia semanal. Así que cada vez que ese temor afloraba me preguntaba internamente: a ver… ¿qué es lo peor que me podría pasar? ¿Qué me despidan por errores imperdonables? Cuando la punzada de miedo se asemejaba a la muerte misma, es que había llegado al punto clave. Y ¿sabes por qué?

Porque casi todo se resume en el miedo “a no ser amado”

Hacemos gran parte de lo que hacemos por sentirnos amados, por no quedarnos solos, por no ser capaces de reconocer que ese amor que buscamos afuera está dentro de nosotros. Pues ahora bien ego, te digo si esto llegara a suceder, que si realmente me despidieran de la forma más hostil, que si realmente nadie me amara nunca más…

siempre habrá tierra bajo mis pies y miestras haya tierra bajo mis pies, podré seguir adelante.

Y este es mi “truco” para combatir la dependencia emocional y cualquier otra limitación del ego. Podría servir “siempre que haya aire que respirar”, pero no sé, a mi a veces el miedo me deja sin respiración y sin embargo la tierra, aunque me caiga, aunque quede tendida en el suelo, en cualquier lugar perdido, siempre estará ahí sosteniéndome, solida y firme, dándome apoyo hasta que me pueda poner de nuevo en pie para seguir avanzando.

El ego es como el niño que habita en nosotros: se siente solo, perdido, agarrándose a lo conocido que encuentra (lo que llamamos zona de confort), falto de amor y comprensión, aterrado ante la incertidumbre (queriendo así controlarlo todo y a los demás), mirando siempre afuera en busca de amor y aceptación (poder, atención, aprobación, compañía, etc). Es caprichoso, voluble y está muy asustado.

El ego, esa niña que hay en mi, agradece que me desdoble en esta adulta que ahora soy y que me ponga al frente.

Esa niña-ego necesita de mi abrazo en su terror, desconsuelo y dolor de abandono. Necesita de mi compañía en la incertidumbre, le reconforta que le de la mano, necesita como respirar que le diga que es amada simplemente por existir, que estoy aquí para cuidarla con ternura, protegerla, defenderla, que no me van a alejar ni sus rabietas, ni sus mocos ni sus llantos, que estoy aquí a su lado siempre, amándola tal y como es.

Le digo: me hago cargo de ti, estoy aquí contigo. Y que pase lo que pase, siempre estaremos bien mientras haya tierra bajo nuestros pies, pues estaremos vivas y podremos seguir adelante juntas, hasta el momento en el que abandonemos esta existencia.

Y si así lo hacemos, nos iremos en paz, sabiendo que hemos hecho nuestra parte, que es la de existir expresando nuestro máximo potencial más allá de las limitaciones y miedos, en cada ahora. Esa es mi responsabilidad y mi desafío ante cualquier miedo.

Esto me colma de dignidad, desde este pequeño lugar que ocupa mi cuerpo en este planeta (me encuentre donde me encuentre, la reconozco, la habito, siento su apoyo bajo mis pies). Sé que nadie más que yo lo puede ocupar por mi, que me pertenece, es mi tarea habitarlo. Esto me hace corporea, me hace única, me hace “suficiente”, me devuelve mi responsabilidad, mi merecimiento, mi abundancia, mi valor, simplemente porque existo en este lugar y en este momento.

Es como si habitándome en este espacio físico, ya tuviera una dirección postal, una puerta, una casa, donde abrirme a recibir todo lo bueno que la Vida tiene para mi, toda la abundancia que me pertenece.

Simplificar el aquí, haciéndome consciente de lo que ocupa mi cuerpo en este universo y decidiendo así habitarlo en este preciso ahora.

Espero mis palabras te puedan ayudar en tu camino, como me ayuda a mi en el mío, ¡mis mejores deseos para ti!

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies