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A veces se abren las heridas, entre ellas miro con atención esa herida del «no ser suficiente«. Parece que lograra taparla, ya que me volví excelente en multiples tareas, recibiendo la admiración de otros (aunque sin confiar demasiado en que sea verdad o algo merecido, por eso, porque nunca es suficiente). Sin embargo hay momentos en que me vuelvo a descubrir desnuda con todas mis vergüenzas, ya que ese día por más que traté vestirme de gala, otro opina que estoy ridícula y que «mi esfuerzo de alta costura» es algo cutre y desmañado, es decir, un fracaso. Y ese día no consigo mantenerme en pie, me desmorono después de mucho aguantar embates, ante una simple opinión venida de alguien en quien deposité una autoridad sobre mi valía y yo cedí mi dignidad.

Y surge el victimismo: «¿Por qué me dejaron en este mundo inhóspito, ¡ya no puedo más! ¡Quiero rendirme, cuánto dolor!» (Patalear y llorar). Cuando se me pasa el berrinche, entre hipidos, me doy cuenta de que sigo en el mismo lugar donde me quedé, en este planeta sin sentido, a mi suerte, con estas capacidades tan limitadas, que dejan bastante que desear. Y aun así… si estoy aquí, pues algo habrá que hacer, supongo.

Pensaba que yo era una heroína en la historia, un ser super especial, ¡un ser divino! Alguien que supondría un cambio en el mundo… y entonces ¡todos me amarían! (el Amor, anhelado y esquivo).

Pero sabes qué… nada más es un tema de perspectiva. Yo soy especial, importante y valiosa. Y sí, mi tarea es salvar el mundo, pero no de la manera épica que nos han contado en las historias de héroes. Es más bien una tarea anónima y silenciosa… la de los verdaderos héroes de toda la vida.

En verdad, más que una peli de acción, se parece a una tarea de servicio de limpieza. «¡¿Qué?! ¡Me dieron un trapo y una fregona en lugar de una espada!»

La tarea no es salvar el mundo con actos épicos, si no más bien remangarse y limpiar todo rastro de culpa que aparezca. Que surge «vergüenza«, le lanzo spray y bayeta. Que surge «victimismo«, le paso la mopa. Que surge «un pegote de culpa pegajosa», pues a restregar hasta que brille…

Trapo en mano. Se ensucia y limpio.
(También hay pelis de «Dar cera, pulir cera»).

Cuando eres del servicio de limpieza, no tiene sentido que te pares a juzgar si el evento que hubo en la sala fue bien o mal, si fue divertido o aburrido. Simplemente devuelves todo a su estado original. Ese es el cometido, aplicar este producto tan eficaz que me dieron que lo devuleve todo a su estado inocente, como si nada hubiera sucedido, una y otra vez. Y esto de limpiar lo hago afuera tras las acciones de otros, lo hago en mi propia casa y también con mi propio cuerpo, emociones, pensamientos. Limpiar una y otra vez y devolverlo a sus mejores condiciones, a su estado óptimo y original. (Yo pongo la intención, la Divinidad es el producto de limpieza de última genereación).

Y sí, soy la protagonista, ahora lo entiendo… ¡Todo este mundo esta aquí manifestado para mi, para mi avance! Se me han procurado los mejores escenarios para avanzar. Y siempre amorosamente acompañada a mirar cualquier recoveco de culpa, para ser liberada.

Y es que esto de sentir la compañía y la asistencia, quizás se parezca más a una tarea de logística de envíos, de una empresa de paquetería. Es decir: «te llega un paquete de culpa, pues lo envías a la oficina central de la Divividad para que lo gestione».

No es necesario saber el contenido exacto del paquete y el porqué. No necesito encontrar el significado detrás, simplemente reconocerlo, observarlo y entregarlo a quien le puede dar trascendencia, una y otra vez. Lo entrego a esa parte más elevada de mi, que sí sabe qué hacer con ese paquete de emociones. Esa es su especialidad, es su departamento. Mi tarea simplemente se trata de mantener los envíos en orden y la casa limpia.

La Iluminación no es una cuestión de habilidad o inteligencia. Es una cuestión de entender con humildad tu tarea, ser simple, no dejarse llevar por las luces y las sombras, simplemente limpiar cada vez que la culpa se derrama, de manera perseverante.

Puedes no ser el más avanzado en Consciencia o tener los dones de última generación: «no necesitas levitar, tener clarividencia, ver cosas que nadie ve»… Las cosas que hay que trabajar, se sienten (remueven, molestan, irritan, duelen).

¡Y cuando ya esta todo limpio, descansas y disfrutas!

No todo el mundo tiene la honestidad y puede obsevar la suciedad y no todo el mundo tiene la humildad de pararse a limpiar. ¡Qué ese sea mi superpoder! Poder obsevar y recoger cada mancha (emocional) como un aprendizaje valioso y limpiarlo con gusto, ¡esa es la mayor maestría!

Desde aquí un repartidor o alguien del servicio de limpieza es el más digno de los seres, porque es su afán, porque sabe sacar partido esta herramienta, lo que marca la diferencia.

Desde Mi Ser – Silvia Gutiérrez
www.TerapiaSaludEmocional.com

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